El
proceso de natación de los peces es tan natural que ni siquiera
pensamos en él. ¿Cómo en ese medio líquido se pueden mover con
tanta facilidad y gracia? Eso depende de diferentes factores. Existen
peces de diferentes formas, así también existen diferentes formas
de nadar.
El agua y la flotabilidad
La
densidad del agua opone resistencia a lo que en ella se mueve. Los
peces son más densos que el agua, por lo que tienden a hundirse.
¿Qué evita que esto ocurra? Existen peces que viven en el fondo
marino, por lo que esto no representa un problema. Pero los demás
que viven en otros niveles, necesitan mantenerse a flote para moverse.
Algunas especies, como el tiburón (pez cartilaginoso), necesita desplazarse
constantemente para mantenerse vivo. Lo que permite su flotabilidad
es su hígado grasoso de gran tamaño.
En este diagrama de la anatomía de un pez, se muestra, circulado en rojo, la vejiga natatotia y el músculo rojo. |
Mientras otros peces, como el
lucio (pez óseo), pueden permanecer inmóviles, ya que tienen una vejiga inflable o natatoria,
que lo mantiene a flote. La vejiga se llena de gas y la cantidad del
mismo es controlado dependiendo de las necesidades del pez en ese
momento.
Formas
de nadar
Identificación de las aletas de los peces. |
Además
de la flotabilidad, la forma de nadar de los peces está determinada
por la forma de su cuerpo y las aletas de las que disponen. Mientras
más hidrodinámico es el cuerpo del pez, menos resistencia le ofrece
el agua para desplazarse.
Pez espada: cuerpo hidrodinámico |
Por ejemplo, el pez espada puede alcanzar
una velocidad superior a las 60 millas por hora, gracias a su diseño
hidrodinámico. Por el lado contrario, está el caballito de mar, que
por su forma poco hidrodinámica es un nadador muy lento. Aunque
puede batir su pequeña aleta dorsal unas 35 veces por segundo, la
posición vertical de su cuerpo no le permite desplazarse con
rapidez.
Caballito de mar mostrando su aleta dorsal. |
La
mayoría de los peces, para desplazarse por el agua, realizan
movimientos ondulantes. Estos movimientos transmiten ondas desde la
cabeza hasta la cola (aleta caudal), impulsando al pez hacia
adelante, venciendo la resistencia del agua. Los peces como las
mantarrayas utilizan sus amplias aletas pectorales como si fueran
alas, dando la impresión de volar bajo el agua. La anguila serpentea
(movimiento parecido a las serpientes) para desplazarse. Muchas
especies de peces planos generan una fuerza propulsora interesante.
Para lograr dicha propulsión, el pez traga agua por la boca y la
expele con fuerza por las agallas.
Músculos para nadar
Mantarraya |
Los
peces que nadan toda su vida sin cesar, deben hacerlo para mantener
sus branquias en funcionamiento. Si dejaran de nadar, podrían morir.
Para lograr esta hazaña, estos peces poseen dos tipos de músculos:
uno para movimientos lentos y otro para movimientos que requieran
rapidez.
Tiburón |
Estos
músculos están localizados a los lados del pez, bajo la piel. Uno
de ellos es el músculo rojo, rico en sangre. Este músculo permite
al pez nadar a una velocidad constante y lenta. Esto es así, porque
este músculo le suple de combustible en forma de oxígeno y grasa.
Mientras el pez se alimente y respire, el combustible siempre estará
disponible.
El
otro músculo es el blanco, con una provisión menor de sangre y que
provee al pez con glicógeno (un carbohidrato). El músculo blanco
está debajo del músculo rojo y su función es proveerle al pez una
enorme cantidad de fuerza cuando es necesario, como por ejemplo,
cuando tiene que escapar de un peligro o cuando va a atrapar a una
presa. La limitación del músculo blanco es que solo puede ser
utilizado en breves estallidos. El glicógeno al descomponerse
produce ácido láctico si el uso es prolongado, causando fatiga en
el sistema del pez, lo que podría dejarlo vulnerable.
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